Hace unas semanas presentábamos la página web de IT_GesPub, y con ella, os contábamos quiénes somos, qué hacemos, a dónde queremos llegar y cuáles son los valores que nos guían para alcanzar nuestros objetivos. Hoy, nos gustaría reflexionar con vosotros sobre cómo entendemos un concepto clave dentro de nuestras líneas de trabajo: la innovación pública.
Responder a la pregunta sobre qué es innovar no es sencillo. Algunos autores han definido la innovación pública como un proceso de creación e implementación de nuevos procesos, productos o servicios. La propia OCDE, a través de su Observatorio para la Innovación en el Sector Público, ha entendido la innovación como la aplicación de nuevos enfoques destinados a la obtención de mejores resultados públicos en términos de eficacia, eficiencia y satisfacción con los servicios. Otros autores han incidido especialmente en el hecho de que innovar en el sector público no tiene por qué entenderse como la introducción de algo nuevo. En ese sentido, cuando las administraciones observan a otras organizaciones pioneras, copian y adaptan ciertos procesos con el ánimo de mejorar los servicios y ofrecer valor público, y con ello, también innovan. Esta afirmación es especialmente relevante en el caso de la incorporación de tecnologías en el sector público, donde la mayor parte de las veces, las organizaciones públicas no suelen ser desarrolladoras ni early adopters de estas tecnologías, prefiriendo esperar a que otras organizaciones las hayan probado e incorporado antes de introducirlas.
Como podemos ver, hablar de innovación pública es referirnos inevitablemente a un concepto amplio, y en ocasiones, muy disperso. Como ha comentado el profesor Christopher Pollit, referente en el estudio de la gestión pública actual, se trata de un concepto polisémico, que habla, entre otros, de productos, servicios, posicionamiento, provisión, estrategias o gobernanza. Y, lamentablemente, en muchas ocasiones, puede tratarse también de una palabra vacía, carente de acciones concretas, pura retórica, o llena de ambiciones inconsistentes e inalcanzables. Para nuestro equipo, sin embargo, nos encontramos ante un elemento básico para entender las transformaciones y las reformas del sector público presentes y futuras. Así como ante un reto académico, pues sigue siendo un concepto difícil de acotar.
Dentro del ámbito de la innovación pública, nos parecen especialmente interesantes las iniciativas destinadas a concebir la innovación como algo abierto. Denominada habitualmente bajo la terminología anglosajona de open innovation, nos encontramos ante una corriente que aboga por dejar de concebir el proceso innovador como una actividad meramente interna y celosamente protegida del público. Se trata de implicar al ciudadano en el hecho de innovar, a través de procesos de crowdsourcing: aprovechar el conocimiento de otros actores, en ocasiones directamente implicados por el resultado de esos procesos, para dar solución a problemas públicos, utilizando mejor los recursos y con resultados más legítimos. La innovación pública abierta suele desarrollarse en torno a actividades donde la administración selecciona a un colectivo o comunidad, que en base a las especificaciones del programa trabaja y propone distintas soluciones al problema planteado. En muchas ocasiones, la búsqueda de estas soluciones viene incentivada a través de un concurso con premios.
Como tantos otros procesos, la innovación pública suele tratarse cada vez más de una actividad intermediada. En los últimos años, uno de los mayores aliados de los procesos de innovación pública abierta han sido las plataformas digitales, como redes sociales, o plataformas específicamente habilitadas para lanzar procesos de crowdsourcing, como el caso de Challenge.gov. Por otro lado, es muy destacable también el impacto que los conocidos como living labs, espacios de experimentación capaces de poner a trabajar conjuntamente a ciudadanos, organizaciones públicas y privadas, con un enfoque en el aprendizaje continuo.
Las administraciones públicas están cada vez más obligadas a innovar. La visión tradicional que entendía las organizaciones del sector público como cuasi monopólicas, dotadas de gran consistencia y estabilidad, y por tanto, con bajos incentivos para innovar, se van debilitando. La crisis provocada por la pandemia del COVID19, por ejemplo, debería ser aprovechada desde el sector público como una oportunidad para innovar. Algunas de las áreas donde ese proceso se debería estar acelerando incluyen, aunque no se limitan, a la salud telemática, el teletrabajo, o la incorporación de la inteligencia artificial, destinadas no tanto a la consecución de la eficiencia, sino a la mejora de las capacidades de anticipación, adaptación y planificación.