Esta es la historia de una experiencia bonita, una de esas que han llegado a serlo gracias a la implicación de las y los estudiantes de último curso de Derecho y de Ciencia política y Administración pública, y que no solo constituye una contribución al ODS 4 (Educación de calidad) desde la universidad, sino también un ejercicio inesperado de Ciencia Ciudadana.
El término Ciencia Ciudadana –Citizen Science- hace referencia a la implicación de la ciudadanía en actividades de investigación científica mediante su contribución activa a la ciencia, bien sea a través de su esfuerzo intelectual o del conocimiento que posee su entorno, o bien a través de sus instrumentos y recursos. Como puede verse en la siguiente figura, la ciudadanía puede desarrollar distintas actividades bajo este enfoque con el objetivo, en muchos casos, de aportar soluciones a retos colectivos.
Figura 1. Modelos de participación ciudadana en la ciencia
En nuestro caso, la necesidad de aplicar este enfoque nació de una circunstancia muy concreta. Todo empezó el día que recibimos la comunicación del Área de Atención a la Diversidad Funcional de la Oficina de Acción Solidaria y Cooperación de la Universidad Autónoma de Madrid de que iba a cursar nuestras asignaturas una estudiante de intercambio con discapacidad visual. El correo incluía un breve perfil de la estudiante, algunas recomendaciones a seguir y la disponibilidad del Área para responder a cualquier duda o cuestión que surgiera. Su llegada constituyó un reto, no solo porque era la primera vez que teníamos una estudiante con estas características sino también porque en la programación docente habíamos incorporado, entre las actividades obligatorias, la elaboración de una infografía. La idea era consolidar los resultados del proyecto de innovación docente Visualízalo 2.0., en el que habíamos participado varios miembros del equipo de IT_GesPub, cuyo objetivo era “desarrollar habilidades comunicativas, de síntesis, de capacidad crítica y de creatividad desde el lenguaje visual”.
La cuestión era que, a pesar de la existencia de documentos útiles como la Guía de adaptaciones en la universidad (publicada por la Red de Servicios de Apoyo a las Personas con Discapacidad en la Universidad, SAPDU), la búsqueda de materiales específicos para la elaboración de infografías accesibles para personas ciegas fue infructuosa. Las consultas a personas expertas en el desarrollo de esta herramienta lo fueron también. Con todo, es importante señalar que la disponibilidad de recursos, aunque necesaria, no es condición suficiente para lograr la plena integración. Todo apuntaba a que en esto (como en casi todo), el factor humano sería el que nos ayudaría a afrontar este reto con éxito.
Después de varias semanas, llegó la sesión dedicada a la elaboración de la infografía. Esta debía servir para difundir los principales resultados del proyecto sobre el que estaban trabajando nuestros estudiantes en colaboración con los de la Universidad Politécnica de Madrid. Lo curioso (y es aquí donde está el quid de esta historia) es que al hablar en clase de la infografía y exponer las razones de su utilidad (netamente visual), nadie reparó en que, tal y como estaba planteada, la actividad excluiría a una de sus compañeras. Fue la prueba de lo fácil que era excluir sin querer. Esto sirvió para compartir con las y los estudiantes la preocupación del equipo docente y las dificultades que habíamos tenido para encontrar materiales y recursos adecuados. Les pedimos ayuda para afrontar el reto y, sin dudarlo, dijeron “¡sí!”. Apostamos, de este modo, por un enfoque experimental para encontrar soluciones. Fue así como el nuestro se convirtió en un modesto ejercicio de Ciencia Ciudadana para gestionar la diversidad funcional en las aulas.
Empezamos poniendo en marcha una infraestructura de trabajo colaborativa, apoyándonos sobre todo en los espacios digitales a nuestra disposición, lo que facilitó la interacción y el compartir ideas. Abrimos un foro denominado “Soluciones de accesibilidad”, en el que íbamos interactuando, realizando sugerencias, consultas y propuestas. Algunos estudiantes movilizaron, además, recursos en su entorno, implicando a personas externas a la UAM como Alejandro Sánchez García-Casarrubios, Máster en Intervención en Dificultades de Aprendizaje (Psicopedagogía Terapéutica y Educación Especial), quien elaboró un vídeo para la clase explicando cómo se utiliza la máquina Perkins.
Como resultado, algunos grupos de trabajo optaron por elaborar sus infografías en Braille, otros por incorporar recursos auditivos en las mismas. También desarrollaron experiencias disruptivas, insólitas en un entorno tan formalizado como es la Facultad de Derecho. Aprendimos junt@s que existían herramientas como Blitab y también, que los datos eran demoledores: según un estudio de LENSTORE, el número de personas ciegas en España asciende a 140.264, siendo el tercer país de Europa con más personas en esta situación, por detrás de Italia y de Rusia. También, que la tasa media de desempleo de las personas ciegas y con discapacidad visual en edad de trabajar en Europa supera el 75%, y que 9 de cada 10 empleadores calificaron a las personas invidentes como casi imposibles de emplear en 2021.
Motivados por la situación, los grupos de trabajo pronto empezaron a profundizar en el problema y a aportar soluciones. De forma colaborativa, y casi sin darnos cuenta, logramos aplicar la dimensión de accesibilidad en el desarrollo de la asignatura. Pero sobre todo logramos convertir un reto en una oportunidad gracias al trabajo de investigación y la colaboración de tod@s. Gestionando el problema desde el enfoque de la Ciencia Ciudadana, el resultado más importante fue que Sara, nuestra estudiante de intercambio, se sintió integrada en nuestra universidad. Pero también que nuestros estudiantes estuvieron dispuestos, con generosidad, a contribuir con su conocimiento al proceso.
Fruto de esta experiencia se ha elaborado un documento que recoge las reflexiones y principales aportaciones de los distintos grupos de trabajo para abordar la cuestión de la accesibilidad, tanto en la elaboración de infografías como en la presentación de sus trabajos. En este sentido, aprovechamos la ocasión para poner de manifiesto la complejidad de las situaciones a las que, con frecuencia, nos enfrentamos en el desarrollo de nuestra actividad tanto docentes como estudiantes, y para las que no hemos sido preparados. El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 se centra, precisamente, en la calidad inclusiva y equitativa de la educación y en la promoción de oportunidades de aprendizaje permanente para todas las personas. Confiamos en que, a través de esta experiencia, hayamos contribuido a ello con un gran-pequeño granito de arena.
La imagen de encabezado fue generada por la inteligencia artificial DALL·E 2, de openai.
Moneyba González Medina. Profesora Contratada Doctora, Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, y miembro del Lab IT_GesPub (Innovación, Tecnología y Gestión Pública), Universidad Autónoma de Madrid.